martes, 15 de octubre de 2013


UN GITANO EN LAS REDES SOCIALES

¿Qué es esto, ja, que al punto se me naja,
que se viene y se va? ¿Se ha vuelto loco?
He junado al Ronaldo hace muy poco
y a otro gachó haciéndose una paja?

¿Quién es el jambo ese que naquera
y luego se najela a cien por hora?
A ver quien es el guapo que decora
con esta pantallita la nevera.

¿Cabe toda la vida en el "parato"?
¿Cabe la comunión de mi Rocío?
¿Cabe chorarlo, primo?... Que mal rato.

Lo que parece lleno está vacío,
y caro nos lo mercan por barato.
¡Lo que inventan los payos!, señor mío.

                                             PEDRO ATIENZA

najarse o najelarse - escaparse, irse a toda prisa.
junar - ver, mirar.
gachó - payo, no gitano.
jambo- payo, no gitano.
naquerar- hablar.
chorar- robar.
mercar- comprar o vender.

EL "MEDIO FRAILE" SAN JUAN DE LA CRUZ
                                          Para Andrea Zurdo, su paisana, in memoriam.

Fue bajo de estatura, alto de versos,
tan alto que subió al Monte Carmelo
con la pluma en la mano, y en su vuelo
trascendió la belleza y sus reversos.

Fue San Juan de la Cruz, de Fontiveros,
"medio fraile" abulense de fe clara,
que en octavas se dio cara con cara
con toda la poesía y sus agüeros.

Místico vendaval de toda España,
monte de perfección, correcaminos,
que a la muerte espantó con su guadaña,

pues morir es soñar con los destinos
en una "noche oscura" que no daña,
sino que otorga cielos clandestinos.

                                       PEDRO ATIENZA

lunes, 14 de octubre de 2013

SER MUY ELEMENTAL

Ser muy elemental, piedra filosa,
que aún rasgando tu carne no lo sabe.
Ser el vuelo imposible de aquel ave
que de un ala partida hace su fosa.

Ser ojo que no ve la airada rosa
ni puede vislumbrar su tacto suave.
Ser terrible tormenta de la nave
que naufraga del viento codiciosa.

Así pasar la vida, a contramano,
reverso de los signos del engaño
para ser tan mentira como humano.

Ser pálpito cabal del desengaño
y envidar a la muerte mano a mano
sabiendo que ganar ya es mayor daño.

                                           PEDRO ATIENZA


EL TRUEQUE

Me fue dado nacer sin mi permiso.
Yo no elegí la vida ni sus dones.
Tan sólo la viví sin convicciones,
haciendo de sus frutos caso omiso.

No quiso Dios negarme lo que quiso,
y a su libre albedrío, en ocasiones,
perdí en amar mis breves devociones
queriéndome morir sin previo aviso.

Penando y recorriendo lo que falta,
solo de todo el mundo en mi ribera,
me dirijo a la nada que me asalta.

Me veré con la muerte a mi manera.
Mi sombra borraré de frente alta
trocando el "nunca soy" por "siempre era".

                                       PEDRO ATIENZA

miércoles, 18 de septiembre de 2013

...últimos sonetos



LA VOZ DE DIOS

Apuesto a que este estado de zozobra
en el que el cuerpo pide "tiempo muerto"
puede que sea el devenir incierto
de un hombre que se cae, de Dios la obra.

Apuesto a que mi débito se cobra
el "eterno hacedor" al tocar puerto,
tras este temporal a cielo abierto
que me quita la vida que me sobra.

Soy un barco varado en su deriva,
los restos de un naufragio presentido
al pensar que venía cuando iba.

Cada día me suena, repetido,
su vozarrón brutal desde allá arriba:
sin morir estás muerto por nacido.

                                         PEDRO ATIENZA



 TOCATA Y FUGA

Andrajoso, postrero, ponzoñoso,
por ti bebo la savia de la vida,
sabiendo que la mía está perdida,
que el tiempo me devora muy furioso.

Resisto sus embates temeroso
porque tu ausencia a ello me convida,
pero al punto concluye el viaje de ida
y en la vuelta me muero perezoso.

Yo soy marea baja y tú alta mar.
Allá lejos presiento tu presencia
encrespada de olas y de espuma.

Nunca ya he de alcanzarte para amar.
Te vas y no has venido. Eres la esencia
de una engañosa resta que se suma.

                                          PEDRO ATIENZA

martes, 16 de abril de 2013

MALOS PRESAGIOS PARA EMPEZAR EL DÍA


El viento, el mar, la lágrima, una ola,
otra mala noticia: se ha muerto fulanito,
la memoria, la sed y el infinito,
la resaca, la ausencia que desola.

Se me viene la muerte en batahola
y el dolor me corona despacito.
Soy una llaga infecta, el cuerpecito
en que la soledad gasta pistola.

El golpe de una porra en el recuerdo,
las deudas, los desahucios y la usura.
Me asomo a la ventana. ¿Cuánto pierdo?

Tan sólo perderé mi encarnadura,
pues todo lo perdí, ahora me acuerdo,
porque esto de vivir no tiene cura.

                                               PEDRO ATIENZA

miércoles, 3 de abril de 2013

LA VIDA A PALOS


MARTINETES  (cap. 1)


                 Según me tienen dicho ya nací con el rumbo errado. Tanto es así que ni siquiera me llaman como me llamo. Atiendo por “El Alcayata”, pero mi verdadero nombre es el de Eudovigis Valencia Malasaña, gitano de la “manta  de arriba”, o séase cuchichí de padre calé; de sexo, hembra y nacido el cuatro de Junio de mil novecientos cincuenta y cinco en Madrid, según consta en el Registro Civil de un juzgado cualquiera.
                 No, ni soy transexual ni tengo el paso cambiado, que nací con el “mandao” en creciente para servirle a Dios y a usted; pero me bautizaron con nombre de mujer, como a otros muchos gitanos, para no entrar en quintas y así librarme del servicio militar, cosa de payos, al fin y al cabo.
                 Lo cierto es que vine a la vida con trampa incluida a pesar de mí mismo, un regalo envenenado, expulsado de la barriga de mi bata para dar quebrantos al universo-mundo mientras rodaba a mi albedrío por los esquinazos fronterizos de esta perra existencia, que también es la suya, oiga usted.
                 El caso es que llego hasta aquí con su permiso, señor, a mi propio arrimo, para cantarle mi vida a buchitos, a poquitos, de cante en cante, pues así se me vendrá más fácil a la boca esta narración y, de paso, digo yo que me sacaré la mala sangre de mis adentros y las duquelas de mi alma, jipío a jipío, convertidas ya en puros sonidos negros que me devuelvan hasta el embarcadero de mis recuerdos sin cobrarme rédito ninguno.
                 Hay veces en que pienso que soy cante, aire interior movido a trompicones y hecho sonido por los sucedidos que ahora voy a contarle, señor, en estos ratos perdidos en que desde mi pecho quiero dictar lo que no está escrito, diga usted que sí.
                Lo haré a la manera de aquellos hombres crudos y camastrones llamados pícaros, que me preludiaron en estas lides y que tan acertadamente cabalgaron nuestra prosa. Ahora mismo voy a ponerme farruco y a cantarle a usted las cuarenta y lo que se tercie, dándome de bruces con mis tiempos pasados, que por pasados son los únicos posibles y aún por eso no podemos revivirlos, conformes tan sólo con evocarlos para seguir tirando. Pero a lo que vamos.
                 Vine al mundo con el hambre de la postguerra a cuestas y con la persecución a mi raza arrastrada, que ya comenzó cinco siglos atrás por mor de la primera pragmática de los Reyes Católicos contra los gitanos, pero mi primera memoria la guardo en forma de cante: los martinetes, ese son auroral que anticipó los demás cantes, poderoso aullido de fragua y de batalla que deja sin resuello a quienes le ponen voz.
                 Quiero decir con esto, señor, que ya mi primer lloro era cante y viceversa. La hambruna, digo yo, también ayudaría lo suyo en eso del llanto, aunque lo seguro es que toda mi parentela me crió cantando y llorando cuando era “morito” todavía. Ellos son testigos de lo que digo.
                 Lo de cantar jondo es asunto profundo, milagroso y escurridizo, porque además de la dificultad que entrañan las armonías disonantes y, sobre todo, el compás, hay que sumarle la flamenquería de la voz y todo cuanto no sabemos de nosotros mismos.  El cante “güeno” se presiente y llega del tirón, cuando menos se le espera, como si te invadiera un diluvio sagrado llegado del más acá que se clava en el pecho de quien lo voltea como si fuera una campana. ¿Sabe  que le digo?, que durante muchos años cantar y llorar para mí fue la misma cosa, la esencia sonora de mi pena.  Y, puestos ya, le voy a secretear una leyenda muy antigua que corre de boca en boca entre mi gente, pues la letra escrita no la conocen.
(Primer capítulo del libro La vida a palos, de Pedro Atienza)

viernes, 11 de enero de 2013

Pedro Atienza, Samuel Ballester, El Carbonilla y Ezequiel Giménez. Lectura poética 'Bahía de Las Negras'


El martes 22 de enero a las 20.30h




Lectura poética del libro Bahía de Las Negras a cargo de su autor Pedro Atienza, acompañado a la guitarra por Samuel Ballester. En esta ocasión contaremos con la colaboración especial de "El Carbonilla", cantaor, y Ezequiel Giménez, a la percusión. Más información en: Ocho y medio

Aquí un video de la presentación en la librería Ocho y Medio