miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL ECO DE MORENTE EN ALCALÁ

Él, a pesar de sus geniales aportaciones al Flamenco contemporáneo, descreía de la posteridad, a la que consideraba una dama casquivana que conquista las voluntades de quienes no la merecen. Lo que no sabía Enrique es que la posteridad se iba a enriquecer con el preciado botín de su “eco” cuando él muriera. Así ha sido. Enrique Morente es ya un finado que pertenece a la posteridad por mor de su propio eco, bronco y  voluptuoso como los vientos de levante. Tan es así, que “el eco” de Morente, desde ayer mismo, ya       se ha desparramado hasta la eternidad por todas las geografías jondas que frecuentó. Alcalá es una de ellas.

Enrique y yo nos conocimos, allá, por los setenta. De aquella, yo era un joven periodista de RNE que componía versos y él un cantaor incipiente que ya había revolucionado los    viejos usos del cante poniendo música a Miguel Hernández (Enrique ha muerto en el centenario de Miguel)  y a san Juan de la Cruz, tan próximo a él en ciertas interpretaciones místicas del mundo. Lo cierto, es que los dos nos sobreentendimos a través de pasiones comunes y aquella comunión derivó en amistad y respeto recíprocos.  Morente acabó poniendo música a algunas de mis coplas y yo me convertí en un partidario suyo que se batía el cobre con los flamencólogos que aún no habían asimilado las  innovaciones magistrales del cantaor. Las plazas recoletas y las calles nocturnales de Alcalá son testigos de lo que digo, porque Enrique y yo solíamos acercarnos hasta aquí para visitar a algunos amigos (a ellos la posteridad les dio esquinazo) y emborracharnos a modo entre conversaciones delirantes que harían las delicias de cualquier memorialista de salón.

Recuerdo, por ejemplo, una noche invernal, discutiendo algunos parroquianos del exilio en “El Rincón” entre copa y copa, mientras Enrique se cercioraba de que aquella silueta majestuosa asomada a la barra del bar era “La Magistral”. Cuando lo hizo, decidió cantar. Salió a la calle y a la sombra misma del campanario se templó por unos cantes de fragua que nos helaron el corazón a la escasa y selecta concurrencia de nocherniegos que allí estábamos. Todavía, cuando paseo al abrigo de nuestra catedral, alcanzo a oír aquellos lamentos siderales que ya se han inmortalizado entre los andurriales pétreos de la vieja ciudad. No saldrán de aquí, pero tampoco desaparecerán. Es el “eco” de Morente en Alcalá.

PEDRO ATIENZA

Artículo tomado de "Diario de Alcalá, 15 de diciembre del 2010.

martes, 7 de diciembre de 2010

NANA GITANA PARA DORMIR A MATÍAS



Ea la ea, ea la ea,
Los gitanos te mecen,
Son tu marea.
Te cantan los gitanos
Quedo y bajito
Y tú te vas durmiendo
Muy despacito.
Una nana Matías
A ti te cantan
Para alegrar los sueños
De tus infancias.
Tanto te quieren
 Que el mundo hacen pequeño
Con sus quereres.
Duerme ya Matiitas,
Te están velando,
Los gitanos de España
 Te están cantando.
Ea la ea, ea la ea,
Los gitanos te mecen,
Son tu marea.

PEDRO ATIENZA

sábado, 27 de noviembre de 2010

LA LEYENDA DEL PRÍNCIPE PERDIDO



Nunca el flamenco fue un reino, pues sus fronteras son intangibles y sonoras, líneas imaginarias que median o merman desde cada doliente grito que las hace nacer o morir. De modo,  que el Flamenco podría ocupar el mundo entero pero el mundo jamás ocuparía el flamenco.
Los que sí existen carnalmente, oscuros y mistéricos, son sus heraldos y príncipes, aristocráticos mensajeros de su propia esencia que toman en nombre de la “jondura” las geografías en que actúan para después abandonarlas a su albur, tocadas ya por el “jipío” recurrente e inefable que las transforma para siempre.

Ahora les hablaré de uno de esos seres subterráneos. Mejor dicho, les contaré el sucedido venial de un príncipe del Flamenco, un ser inhóspito y nocturnal, analfabeto y aristocrático, que cruzó la vida para cantarla, ajeno a las convenciones   nebulosas del  resto de los hombres. Nuestro príncipe creció descalzo y mocoso al trote de su miseria por las callejas de su barrio de Santiago. Dicen que los gitanos se quitaban de comer para que él comiera, a cambio eso sí, de que les cantara con su voz arriscada, con su timbre de viejo consumido, las siguiriyas y soleás que les hacían llorar porque se acordaban de lo que habían vivido. Así creció nuestro príncipe, al rebufo de su gente, ignorado e indómito más allá de sus instintos, como un animal vulnerado por el hecho mismo de haber nacido, cantando con el coraje telúrico de los perdedores, príncipe de sí mismo en una patria sonora sin puertas y ventanas, sin ley.
¿Jambo o cayo? Requería cuando lo requerían a él. Si el preguntador no entendía, ni siquiera le contestaba. ¿Jambo o cayo? Así pasaban los años hasta que su voz obtuvo el crédito de una verdad irrefutable. Entonces subieron a Madrid a nuestro príncipe para que se codeara a voz en grito en los tablaos con sus iguales y le pusieron casa en un barrio de aluvión que él nunca supo donde estaba. Un taxi lo llevaba a los Canasteros y otro lo devolvía. Un camino del que nada quiso saber, a no ser por una tarjeta que entregaba a los taxistas de turno para que lo depositaran en el tablao y más tarde, herido por el alcohol y el cante, en la puerta de su casa. Nuestro príncipe no sabía donde vivía, ya digo, pero sobre todo aún sin saber quién era sabía quién no era. Su voz era el sumario secreto de su vida.

Me tienen  dicho que de aquella se encaró, noche por noche, con los más acreditados cantaores de la época, que sancionó con su silencio las desbocadas borracheras de los señoritos de ocasión, que juró superar a la muerte encima de su tumba y que celebró las trampas que hizo a los jambos jugando a los chinos. Eso me tienen dicho.

El caso es que a nuestro príncipe, una noche cualquiera, bajo las luces cenitales de la gran ciudad, lo dejaron por error  -tarjeta en mano- a unas cuantas manzanas de su vivienda. Él, al darse cuenta, congestionado por el terror, apeló a su silbido, el silbido por el que hablaba con su mujer. Nada. Nuestro príncipe no tuvo contestación. ¿Jambo o payo? Todavía se cuenta que, de vez en vez, un silbido perturba los silencios de la Avenida Donostiarra, un silbido al siete por medio, que preludia el dolor oneroso del cante gitano. Ah, se me olvidaba. Nuestro príncipe se llamaba Fernando Terremoto. “Siempre por los rincones, me veo llorando”. ¿Jambo o cayo?.

Pedro Atienza, febrero del 2010. Alcalá de Henares. Mes de la muerte de Fernando Terremoto.

lunes, 1 de noviembre de 2010

DÍA DE DIFUNTOS EN LICTO


Dos de noviembre. Día de difuntos. El mercado de la muerte goza de buena salud. Una multitud multicolor se congrega en el cementerio de Licto, humilde y arrumbado, clavado en un hondón tutelado por las alturas verdeantes de la Cordillera.

Los indígenas lloran en quichua e invocan a sus muertos mientras comen y beben con ellos, postrados como sombras menudas en torno a montículos terrosos que hacen la función de tumbas.

Suena una música de vientos triste y monótona, desafinada, delante de una fosa, como convocando al difunto que la habita a un baile siniestro en su honor. Un muerto recién muerto tiene sed. Se la sacian rociándole con aguardiente del país.

Nunca había visto a la muerte vestida de domingo.


DÍA DE DIFUNTOS EN LICTO
                            Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
                                                   Cesare Pavese

Un nombre y una cruz. Tierra desnuda.
Almuerza alrededor toda la indiada
como invitando al muerto a la fritada.
¿Quién vivo y quién difunto? Esa es la duda.

Una música llora. Acaso acuda
acompasado un muerto a la llamada.
Ponchos y sombreritos la celada,
mundana invitación que no se muda.

La muerte en estos pagos tiene ojos,
anfitriona mortal en este día.
Una indiecita reza y cae de hinojos.

Llueve otra vez. La vida está vacía.
Llueve sobre la vida y sus despojos.
Llueve. Desafinada melodía.




Pedro Atienza, tomado de "Funambulismos Ecuatorianos",

lunes, 25 de octubre de 2010

VOCES PÓSTUMAS

Invirtiendo el aserto evangélico "... el verbo se hizo carne...", en los poemas de Pedro Atienza, "la carne se hace verbo". Verbo, palabras, fonemas medidos y ritmados en cardíacos compases, la mayoría de las veces en la hoy tan inusual forma del soneto. Pedro Atienza ha simultaneado en una larga carrera el ejercicio del periodismo, público y efímero por esencia, con el ejercicio de la poesía, íntimo y perenne por vocación.

El juego de hacer versos, que no es un juego y que tanto se parece a un vicio solitario -Biedma dixit- es en Pedro Atienza el juego de vivir apostándose en cada jugada a sí mismo, hasta la última gota de sangre y, ganando o perdiendo, envidar y envidarse siempre contra todo y contra todos.

El Corral de Comedias de Alcalá apuesta, en esta primera producción propia, por los versos de un poeta de Alcalá que, por ser profundamente alcalaíno, es también poeta del mundo. 

(Sinopsis Obra de teatro "Voces Póstumas" estrenado en el Corral de Comedias de Alcalá, noviembre del 2005)

lunes, 18 de octubre de 2010

ESTAR EN LAS NUBES


 Lectura poética"Funambulismos Ecuatorianos". Presentación de José Luis Moreno-Ruiz.

ESTAR EN LAS NUBES

Volcánica ascensión hacia los cielos
en la mitad del mundo ecuatoriana
alturas abismales donde mana
nuestra sangre mortal en sus deshielos.


Abrazarse a las nubes y a sus vuelos
perderse para siempre mientras sana
la herida de vivir, y en real gana
habitar el olvido sin anhelos.

Ser pavesa fugaz en Chimborazo
ser lava demorada en Tungurahua
y éterna fumarola en El Altar.

Así pasar los restos. Ser el lazo
entre el cielo y la tierra. Ser el agua
que incierta va fluyendo sin estar.


PEDRO ATIENZA

lunes, 20 de septiembre de 2010

CALLE ECHEGARAY


Manuel Machado dejó escrito que la calle de Echegaray venía a ser una especie de extensión flamenca de Sevilla en Madrid; y pasados o andados los años de calle, puede considerarse como cierta tal aseveración. Además, ya se sabe que en Madrid existe todo tipo de extensiones, hasta de las menos extendidas. Echegaray, antigua sede del puterío capitalista de retal, conserva todavía un espíritu jondo que se materializa en las disertaciones táuricas del crítico Laverón, en el complaciente trasiego de finos sanluqueños de La Venencia o en las paredes estampadas de Los Gabrieles, colmao remozado donde hicieron voz, y seguramente otras cosas peores, cantaores tan insignes como Antonio Chacón y Juan Mojama.

Espacio de estrecheces
Es, además, la calle de Echegaray un espacio de estrecheces, categoría ésta que instantáneamente la eleva hasta el firmamento flamenco. Allí, en tan pocos y tan bien repartidos metros cuadrados, puede el paseante darse de bruces, a poco cegatón que sea, con un torero tremendista, con una maruja embatada, con un descuidero acechante, con una guiri doncella, con un crápula de aspecto patibulario o con un cura curda.
Faunas, al cabo, que caben de corrido en una opereta flamenca de antaño. Pero también puede el paseante o similar considerar otras opciones acaso más serias y digestivas, como, por ejemplo, la de meterse entre pecho y espalda una suculenta fábada en El Garabatu, o la de desarrollar su itinerante paladar en un restaurante japonés que queda un poco más allá, a mano izquierda, según se mire.
Se demuestra, pues, que ese aleve aserto que proclama que los flamencos no comen es pura filfa. Más pequeños son los pájaros y van al río, como diría alguno de ellos.

Una calle flamenca
Lo dicho: que hasta en sus costumbres (las calles también las tienen) es Echegaray una calle no tanto sevillana como flamenca. Sus horarios de ebullición se rigen por el latir acompasado de los corazones jondos, que suelen ser órganos sujetos a las altas horas, ya sean éstas de mañana o de noche.
El paseante o similar puede comprobarlo dándose un garbeo. Si sigue los dictados flamencos de su corazón, se meterá en el vórtice de un tumulto experto en coperío y onomatopeyas; si lo hace a deshoras, penará su soledad entre muros desconchados y cierres corridos con la letanía sonora y remota de unas bulerías de Camarón o de El Sordera.
Los paseantes o similares resablados sabrán a qué atenerse. Es su problema. De cualquier modo, hemos de añadir, para los necesitados de recibir consejo espiritual, que no hay color entre el esplendor nocturno, una miaja acanallado, y la hora de la siesta. Pregúntele si no al ¡otero de la rue.
Así es Echegaray a pesar de Echegaray, que fue varón experto en libros talonario, pero no lo fue tanto en metafisicajonda, que no deja de ser la, a veces dulce, a veces amarga, metafisica de la mismísima vida.

(Tomado de sección: Oficio de Paseantes, Diario el País, 22 de enero de 1990)

viernes, 17 de septiembre de 2010

CUARTETO CEDRON "GODINO" / "CORAZON DE PIEL AFUERA"

"Godino" es un trabajo dedicado a recientes musicalizaciones del Tata Cedrón sobre once textos de Miguel Ángel Bustos, y "Corazón de piel afuera" consta de trece nuevas canciones de Cedrón sobre textos de Raúl González Tuñón, Luis Alposta, Evaristo Carriego, Francisco Urondo, el poeta español Pedro Atienza, Julio Huasi, David Álvarez Morgade y un poema anónimo, además de una inesperada versión del bolero "Somos" de Mario Clavel.
"Canción del niño y el caracol", "Canción del niño solo", "Canción del niño y el gorrioncito", "Canción para el niño travieso", "Canción del niño triste", "Canción del niño y la mamá", "Canción del viento", "Niño y tierra", "Canción de las palomas", "A Lola Mora", "Clava tu pico en la madrugada" y "Te miro" son los títulos que integran "Godino".
Y "Corazón de piel afuera" consta de "Canción de San Jamás", "Alabama Blues", "La señorita muerta", "Canción de cuna para Godino", "La Indiecita", "Ya no me vas a esperar", "Ah la flauta", "El Irlandés", "Colombianas del Ecuador", "Tu secreto", "Armónicas", "Alguien llovió", "Andar Águila" y "Somos".

lunes, 6 de septiembre de 2010

Cuando uno se echa al bolsillo una pistola no tiene más remedio que usarla, a no ser que quiera convertirse para siempre en un malasangre que no puede dar cauce a sus malas ideas. Yo soy mis malas ideas, aunque no me gusten ni las frecuente, faltaría más....

Inicio del cuento "Historia de una pistola", Pedro Atienza, 2010

lunes, 30 de agosto de 2010

SONETO A MI GENERACIÓN

Atienza, Pedro; García, Olga: Así dimos el cante. La memoria sonora de Alcalá (1965-1978), Edición Foro del Henares, Alcalá de Henares, 2002.
.
SONETO A MI GENERACIÓN
.
Pasaron los sesenta y los setenta,
la memoria susurra su sonido.
Dímelo tu ¿se han ido o no se han ido?,
años que Dios ya se ha cobrado a cuenta.
.
Pasaron los sesenta y los setenta,
pero su evocación no se ha perdido.
Es un raf de guitarra estremecido
y el eco de una voz airada y lenta.
.
Señores de tu osada juventud,
te acechan en la Plaza de Cervantes
como un turbión en franca plenitud.
.
¿Ahora es el ahora o es el antes?
En Alcalá se han hecho senectud,
viejos años dorados y rampantes.
.
Pedro Atienza

miércoles, 25 de agosto de 2010


SONETO DEL CRISTO QUE NUEVO MUERE.

La sed, la cuz, el llanto y el Calvario,

el paso impar, la primera caída,

la traición, el oprobio, la subida,

los clavos, dos ladrones y el sudario.

.

El fuego abrasador del sol diario

y la dulce mirada ensombrecida,

el fulgor del lanzazo regicida

y un negro viernes en el calendario.

.

Todos los años, Dios, mueres de nuevo

y resucitas trino y misterioso

para salvar al hombre de su abismo.

.

¿Si es que eres del mundo su renuevo

y su sumo hacedor majestuoso

por qué vives en mí y no en tí mismo?

.

Pedro Atienza

(Tomado del cd del recital de poesía religiosa y órgano : "Óyeme con los ojos", Voces: Natalia Menéndez y Pedro Atienza, Órganista: Presentación Ríos. Grabado en directo en la Catedral de Alcalá de Henares, el 25 de febrero del 2006.

jueves, 19 de agosto de 2010

"YO SOY QUIEN SOY"


A Sebas Díaz en Gringo Viejo


Tan sólo soy una voz extranjera,

el eco bárbaro de mi memoria,

el gutural murmullo de una historia:

la mía... fugitiva, pasajera.


Soy el vestigio oral de mi pasado.

Soy la oquedad por donde el tiempo escapa.

Yo mismo , arrumbado y falaz mapa,

soy el mortal sudario de un finado.


Quiero decir y ya no digo nada.

Mi queja es tan antigua y soterrada,

que, muda, habita en el silencio, esquiva.


Soy el autor de mi propio desastre,

atado de por vida al mismo lastre.

"Yo soy quién soy": la muerte rediviva.


Atienza, Pedro: Sonetos de las voces póstumas, tirada limitada de cien ejemplares.

miércoles, 18 de agosto de 2010

LOS VERSOS NAVEGABLES -GÓNGORA, LOPE Y QUEVEDO JONDOS-

Los tres convirtieron el dolor en un acto libérrimo de creación, los tres fueron íntimos enemigos entre sí y los tres son ya la referencia indeludible de la más alta poesía compuesta en castellano que ha fluído hacia nosotros en el cauce de un río sonoro a través de sus Versos Navegables.

Barrocos y jondos. Sí. Góngora, Lope y Quevedo, inamovible triunvirato eufónico de la lengua que nos lleva, fueron quienes pusieron en solfa nuestro idioma para modernizarlo a través de las estructuras métricas que nos llegaban de fuera y para recuperar una tradición poética que hace posible el Flamenco actual.

Los tres, aún sin saber que el flamenco existiría contribuyeron a que la poesía y el cante jondo nacieran a la vez mecidos por las idas y vueltas de sus propias palabras y de otros sonidos árabes y judíos que también les pertenecían a ellos.

Los Versos Navegables son una parte de los poemas alzados de los tres, -Góngora, Lope y Quevedo- , que todavía van crecidos hasta desembocar en el mar de nuestro idioma, que como el Flamenco es música pura e incontaminada.

Pedro Atienza. Adaptación del espectáculo "Versos Navegables", estrenado en el festival de Teatro de Almagro, año 2010.

lunes, 16 de agosto de 2010

LOS RUMBOS DEL FLAMENCO

En cierta ocasión, al acreditado cantaor Aurelio Selles le pidieron su opinión sobre la primera actuación del Orfeón Donostiarra en el teatro Falla de Cádiz. Selles, cauto y sardónico, contestó que le había gustado mucho la coral norteña, aunque no comprendía por qué eran tantos para cantar lo mismo. En esa certera aseveración se esconde uno de los secretos del "cante jondo": el flamenco no es igual a sí mismo, tanto ees así que ya en aire su escritura musical no cabe en un pentagrama. Acaso por eso, en cada jipío gitano, quepan todas las penas del mundo que, singularizadas y plurales a la vez, en la voz inmarcesible de sus protagonistas lo convierten en una de las músicas más estremecedoramente bellas de cuantas existen. Pero además de una estética sonora, el flamenco es también una ética incontaminada, una forma de vida en la que muchos gitanos y pocos payos de la baja Andalucía - Sevilla, Cádiz, Jerez y Los Puertos- han legado sus experiencias para hacerla creer incierta, vulenerada y desasosegada, en las soledades gañanías del algodón, en las oscuras fraguas de arrabal o en los bulliciosos tabancos donde todavía se consume vino pirriaque al compás vertiginosos de la soleá o la siguiriya.
Al respecto, tía Anica La Periñaca, cantaora nonagenaria de culto, confesaba que cuando cantaba a gusto le sabía la boca a sangre; y Manolito de María, viejo cantaor gitano, inquilino de covachas arrumbadas, se enorgullecía de cantar más puro cuando se acordaba de lo que había vivido. Incluso en la actualidad, el gran Rancapino, aludiendo al ssabio analfabetismo que tuteló a sus mayores, dice que el cante veraz se escribe con faltas de ortografía. Y es que el flamenco resulta ser una complejísima suma de sonidos negros y acompasados que publican la naturaleza, casi siempre oprobiosa, de un pueblo broncíneo y musical que convirtió su propio pasado en un grito alzado y ecuménico; puesto que solo lo esencial merce hacerse universal, como lo indicaba Jean Cocteau después de oír cantar a Manuel Torre, cantaor de la edad de oro del cante, y por ende, gallero e inveterado coleccionista de relojes, que dejó dicho este misterioso aserto: "Los cantes viven el el tronco negro de un faraón", quizás invocando al origen principesco que los gitanos se arrogan.
El flamenco auroral, genial trasunto de romanceros españoles, armonías árabes y cantos sinagogales, recogido en sus inicios en forma de cancionero por Demófilo, padre de los poetas Antonio y Manuel Machado, es el empeño sonoro de transmitir discretamente la intrahistoria de los desheredados de aquellas legendarias lejanías hiapanas, en muchos casos gitanos también. Así se fueron forjando los variadísimos cantes- palos- de su árbol genealógico alos largo de más de doscientos años, heraldos musicales de cuatro culturas en una. Lo cierto es que gitanos, cristianos, moros y judíos, en una lujuriosa vorágine mestiza, hicieros concebir aún sin saberlo a un hijo único que ya se ha convertido en patrimonio de la humanidad. Tano es así que el mismísimo Miles Davis, tras un concierto en Madrid, piropeó emocionado los compases sincopados de las bulerías, mientras que Mike Jagger, Bono o Ray Charles se rendían ante la hondura cantaora de Camarón de la Isla y Vicente Soto Sordera.
En estos tiempos globales que nos llevan, el flamenco florece por generación espontánea por todos los auditorios del mundo, convertido ya en la bandera sonora de España. Si tal, pero no hemos de olvidar que esos sonidos negros, desde su nacimiento, se fraguaron en el dolor - también en la alegría- de "los perdedores", sagrados difusores de su propia ignominia. Hasta hace pocos años, el cante, el baile y el toque - el flamenco también es un misterio trino- era, en palabras del Sordera, un postre para los señoritos metidos en farra. Quizás ya no sea así, pero el cante sigue siendo un tueno que atesora en sus entrañas la rabia secreta de quienes lo hicieron posible, voceadores alzados contra la historia oficial de su país. Gracias a sus propia naturaleza, el flamenco todavía habita en las casapuertas de las gitanerías andaluzas, en los penúltimos tugurios de las noches urbanitas y, sobre todo, en los corazones de los que siguen empeñados en cantar la grandeza humana de sus miserias, a través de los melismas que les trascienden. Y es que el flamenco, además de distinto, es público y privado, fronterizo y mundial, singular y plural en sí mismo: una forma de vida que va más allá de sus voz, una filosofía de barra de bar, orgullosa y disciplente, que puede resumirse en una anécdota.
Paseaban El Beni de Cádiz y El Cojo Peroche, el uno cantaor mayor, menos el otro, por una calleja de Cádiz, cuando se dieron de bruces con una lápida que conmemoraba el nacimiento de un célebre escritor: "En esta casa nació el egregio polígrafo D. José María Pemán", rezaba la leyenda. El Beni, después de leerla en alta voz, se volvió hacia El Cojo Peroche -deshecho de virtudes patrias, puesto que era gitano, analfabeto, gangoso, homosexual y, obviamente, cojo - e intrigado le preguntó:
- Cojo, ¿qué leyenda inscribirán en mi casa cuando yo muera?
A lo que El Cojo, más lapidario que él mismo, le respondío:
- ¿Qué han de poner, Beni, qué han de poner?, pues que se vende, ¡joder!.

Pedro Atienza. Artículo publicado en la Revista Diners de Ecuador, número 343, abril del 2009.

viernes, 13 de agosto de 2010

LA LÍNEA DEL ECUADOR


RECONQUISTA


Ser español ajeno a la conquista

Para siglos después ser conquistado.

Así me veo ahora. Ese es mi estado.

Y al amor ya lo llamo reconquista.


Fue de mañana y a primera vista.

En Alcalá el verano era sellado

Y en un momento azul ya me fue dado

Sentir la mordedura belicista.


El amor y la guerra a buen seguro

Firmaron para siempre un armisticio.

Quien lo vivió lo sabe, os lo aseguro.


Lo cierto es que ahora vivo en el inicio

De una pasión andina que yo apuro

Mientras en la distancia me desquicio.



Atienza, Pedro: La línea del Ecuador, Ediciones Mingaseda, Alcalá de Henares, 2008, pág. 19.

jueves, 5 de agosto de 2010

DE TOROS Y FÚTBOL

Para Fede Volpini, a quién ni le gustan los toros, ni le gusta el fútbol.


JUGAR TEMPLANDO



Jugar al toro, dicen, ya no existe.
Ahora se juega al fútbol en España;
pero en cada balón, con mucha maña,
un burel bravo y largo nos embiste.

Siempre vemos al toro que resiste
a un alma numeraria, que en su saña,
lo cita, lo torea, hasta lo engaña,
en un baile coral que nos subsiste.

Ahora se juega al fútbol, pero un toro
se agota y se revienta en cada lance,
por eso cada pase se hace de oro.

Villa tras la pelota, es el avance
que lancea al destino, ¡eh, toro, toro!
y sólo un español sabe su alcance.

Pedro Atienza

miércoles, 4 de agosto de 2010


AMOR EN FUGA
.
Si por ti me preguntan sé quien eres
y no lo sé si colmas mi mirada.
Yo soy la herida abierta y tú la espada
acoplados a muerte en sus quereres.
.
Ciego de ti o muerto si prefieres
en tu ausencia mi vida está enterrada.
Me acompañas huida, devastada,
y amarte ya es perderte, así lo quieres.
.
Viviendo sin vivir me vas matando,
amor en fuga de un abril lejano.
Eres la pena negra de mi suerte,
que estando sin estar huye volando,
pájaro azul que escapa de mi mano,
¿si así la vida para qué la muerte?
.
Atienza, Pedro: Cuaderno de las voces póstumas, Ed. Jacinta y Fortunata, España, 2005, pág. 11.

DIBUJO A PLUMILLA DE LA CALLE ESTEBAN AZAÑA
-
Una calleja corta y empedrada
-vena venial de Plaza de Palacio-
devuelve la memoria del espacio
de otra Alcalá que yace sepultada.
-
Por Quevedo y por Lope frecuentada,
ahora la cruza un pero, que reacio
al rumor vecinal, mea despacio
contra una verja yerta y oxidada.
-
Un jazmín y un laurel son los testigos;
y un fantasma embozado, que invisible
tose, escupe y bosteza con tal saña
-
que parece cargarse los catigos
que en el destino, cruel e imprevisible,
legó a los de su estirpe, Los Azaña.


Atienza, Pedro: Siempre por los rincones de Alcalá, Ediciones Mingaseda, Alcalá de Henares, 2002.

martes, 3 de agosto de 2010

MÁS ALLÁ DE ALLACA

PRÓLOGO

Prepárese el lector a leer algo extraño ¿De verdad extraño? No; no es extraño. Simplemente la vida de una ciudad a la que la vida se le ha quedado dentro, como reencarnada en un largo propósito de no ir a lugar alguno más que hacia si misma. Es lo que tienen las ciudades viejas y con Universidad, (¿cómo puede haber una ciudad vieja sin Universidad?) que se mueven siempre hacia los adentros, hacia los recovecos del alma inextinguible, para encontral el Grial, que es un deseo de no saber otra cosa que lo permanente. ¿Es extraño, pues, lo que va a leer el lector? No; decididamente no es extraño, pero cuesta encontrarlo. Hay que cerrar bien el ojo para que se vea sin distraerse en lo adjetivo y mostrenco. Para ver bién hay que cerrar mucho los ojos...


Atienza, Pedro: Más allá de Allaca, 200 ejemplares, 1996. Ilustrado por Ángel Humanes. ( Prólogo a cargo de Antonio Álvarez Solís).

CLAVES JONDAS


No me lleveis preso,
que preso ya estoy.
En el cuerpecito donde me consumo
condena me doy.
****
Si me veis llorando,
dejadme llorar,
que en las lagrimitas que voy derramando
me quiero ahogar.

Atienza, Pedro: Claves Jondas, Edición personal, Colectivo Actividad, Madrid, 2000.

domingo, 1 de agosto de 2010

FESTIVAL DE LA PALABRA DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

Lectura de poemas Pedro Atienza y Francisco Peña, Corral de Comedias de Alcalá de Henares, 30 de abril del 2008.

FRAGMENTOS Y EVOCACIONES


SUMA Y RESTA

Me suman, pese a todo
las ansias de ser hombre.
Pese a todas las trampas de los hombre
me vienen unos largos deseos
de delirar y sentirme más locos que los locos,
de crear más fecundo que nadie
un constante torrente de demencia
que sustituya tanta ley salomónica.

Me resta, pese a todo,
una atonía general
que desciende del sabio inoportuno,
que pasa por todos los tutores del mundo
y recala, inevitablemente,
en tanta caridad y en tanta forma.

Me resta , pese a todo,
una atonía general
que desciende, fluctúa y se acentúa
para crear al miserable.

Atienza, Pedro: Fragmentos y Evocaciones, Ed. El Reino, Torrejón de Ardoz, 1979 , pág. 63. (Prólogo de Luis Antonio de Villena)

El SOLITARIO INTERROGADO


EL SOLITARIO INTERROGADO

¿El amor?
Lo que, a menudo olvido en burdeles baratos
y en mesillas de noche perfumadas y ajenas.
¿Amistad?
Mi consuelo de escéptico.
El arte de deber a muy pocas personas.
¿Dolor?
Lo que me sobra, y os dono como herencia.
¿Placer?
El controlado incendio de uno mismo.
¿Vida?
La que me falta para reconocer
el preciso instante en que he de quitármela.
¿Muerte?
Siempre la vuestra.


Atienza, Pedro: Decir del solitario, Ed. Libertarias, Madrid, 1986, pág. 11.

RECITAL POÉTICO

Lectura del libro "Fragmentos y Evocaciones", Madrid, 1979.

viernes, 30 de julio de 2010

Prontuario elogioso de la mentira

- Una mentira pueda que merezca ser verdad, pero una verdad jamás mercerá ser mentira.
-La verdad es aspiración. La mentira en cambio, inspiración.
-No existen los engaños mentirosos, lo que existen son los engaños verdaderos.
-Hay mentiras que a uno lo hacen verdadero y verdades que a uno lo falsean.
- ¿Qué fue primero, la verdad o la mentira?. Sin duda alguna la mentira, que generosa aprovisionó a la posteridad de verdades provisionales.
-La verdad acaba engendrando conflictos. La mentira, arte y duda, dos de los más altos signos de inteligencia.
-La verdad es circunfleja, cejijunta y aburrida. La mentira, sinuosa, divertida y humilde.
-Cuando un hombre dice:"seré sincero contigo". Haz lo posible por que no lo sea. En él habita el virus del engaño.
-La mentira es la sustancia de la inteligencia especulativa y creadora. La verdad sólo habita en los dominios "morales" de la renuncia.
-Es verdad que a veces la mentira hace daño. Sobre todo cuando se calza unos zapatos con el número cambiado por la verdad.
-Qué curisoso: siempre se ama de verdad, aún a sabiendas que el juego del amor, la mentira siempre está en posesión de la Banca.
-La verdad siempre necesita un "quorum" que la ratifique. La mentira está sola y desvalida, como queriendo que todos los demás testifiquen contra ella, y así pagar su único delito, el de existir en todos y cada uno de los hombres.
-Sé que escribo de verdad, cuando la mentira elige hora, fecha y el lugar.
-Algunas mentiras son una forma de inocencia, que nos ennoblece. Muchas verdades pretextos lapidarios que compartimos con los otros para salvarnos de lo que somos.
-Nada tiene que ver la mentira con el engaño. La mentira tiende a ser benévola, particular y reductiva. El engaño, en cambio social y usurpador. Un niño miente , un político engaña.

Pedro Atienza

martes, 27 de julio de 2010

¡AY DE TÍ, HAITÍ!

A mí ya me viene grande el mundo – no es de mi talla-, pero me empequeñezco aún más cuando la “pacha mama “se pone brava y deja el precio de la vida tirado por los suelos. Debe ser que la ley de la oferta y la demanda también controla el mercado de la muerte. Lo cierto es que la Naturaleza, esa diosa admonitoria y colérica, ha llegado de fosas comunes Haití, pero también ha sacado a la luz lo más noble y mezquino del “hombre vivo” durante su última danza asesina. ¿Dónde hay un hombre?, se preguntaba Diógenes el Cínico mientras buscaba en torno suyo con un farol, rodeado de hombres.

El caso es que en Haití, ¡Ay de ti, Haití!, la bonhomía se ha hecho carne en forma de voluntariado civil y solidario, que desafiando a los temblores telúricos y a la catastrófica y agonizante orgía subsiguiente, ha forjado una nueva y esperanzadora forma de entender la globalización a pie de obra; pero también ha dado alas - ¡Ay de ti, Haití!- a las alimañas carroñeras, vigilantes y alevosas alimañas carroñeras, diestras en el mercadeo de vísceras de muerto. Haití es ya – ya era, seguramente- un país difunto, resucitado ahora en su propio velatorio para contemplar que a él asisten sus verdugos: los banqueros, que cobran sus réditos en nombre de la caridad cristiana y los “poderes nacionales” que ahora socorren a la Nada y antes gestionaron la miseria y la desigualdad de una nación abandonada a su suerte final: ésta.

Los políticos corren a pisar la patria de la muerte y a echar su óbolo en los limosneros sanguinolentos de la Española y los heraldos del primer – y único – mundo pregonan su impudicia al tasar y airear las desgracias que tanto tienen que ver con ellos. Haití – ahora sí- es ya un panteón de “zombis” , de muertos vivientes en el que han aterrizado un buen número de sátrapas que se rebozan en el dolor ajeno para redimirse de sí mismos. ¡Ay de ti, Haití! .

PEDRO ATIENZA