martes, 27 de julio de 2010

¡AY DE TÍ, HAITÍ!

A mí ya me viene grande el mundo – no es de mi talla-, pero me empequeñezco aún más cuando la “pacha mama “se pone brava y deja el precio de la vida tirado por los suelos. Debe ser que la ley de la oferta y la demanda también controla el mercado de la muerte. Lo cierto es que la Naturaleza, esa diosa admonitoria y colérica, ha llegado de fosas comunes Haití, pero también ha sacado a la luz lo más noble y mezquino del “hombre vivo” durante su última danza asesina. ¿Dónde hay un hombre?, se preguntaba Diógenes el Cínico mientras buscaba en torno suyo con un farol, rodeado de hombres.

El caso es que en Haití, ¡Ay de ti, Haití!, la bonhomía se ha hecho carne en forma de voluntariado civil y solidario, que desafiando a los temblores telúricos y a la catastrófica y agonizante orgía subsiguiente, ha forjado una nueva y esperanzadora forma de entender la globalización a pie de obra; pero también ha dado alas - ¡Ay de ti, Haití!- a las alimañas carroñeras, vigilantes y alevosas alimañas carroñeras, diestras en el mercadeo de vísceras de muerto. Haití es ya – ya era, seguramente- un país difunto, resucitado ahora en su propio velatorio para contemplar que a él asisten sus verdugos: los banqueros, que cobran sus réditos en nombre de la caridad cristiana y los “poderes nacionales” que ahora socorren a la Nada y antes gestionaron la miseria y la desigualdad de una nación abandonada a su suerte final: ésta.

Los políticos corren a pisar la patria de la muerte y a echar su óbolo en los limosneros sanguinolentos de la Española y los heraldos del primer – y único – mundo pregonan su impudicia al tasar y airear las desgracias que tanto tienen que ver con ellos. Haití – ahora sí- es ya un panteón de “zombis” , de muertos vivientes en el que han aterrizado un buen número de sátrapas que se rebozan en el dolor ajeno para redimirse de sí mismos. ¡Ay de ti, Haití! .

PEDRO ATIENZA

No hay comentarios:

Publicar un comentario