Cuando uno se echa al bolsillo una pistola no tiene más remedio que usarla, a no ser que quiera convertirse para siempre en un malasangre que no puede dar cauce a sus malas ideas. Yo soy mis malas ideas, aunque no me gusten ni las frecuente, faltaría más....
Inicio del cuento "Historia de una pistola", Pedro Atienza, 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario